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les lean en su lengua vulgar las palabras de vida eterna, que para todos dictó el Espíritu Santo á los autores de los libros del Antiguo y Nuevo Testamento; ahora que hallamos como canonizadas por la cabeza de la Iglesia las laboriosas tareas de los esclarecidos traductores de la Biblia, los ilustrísimos Scio, Martini y otros, y que acabamos de ver el singular beneficio que ha hecho á la Iglesia de España, y á nuestra literatura, el piadoso y sabio señor don Tomás Gonzalez Carvajal con sus escelentes traducciones en verso y prosa de los Salmos; ahora, repito, ha parecido á varias personas amantes de la religion y sólida piedad, que seria útil publicar una nueva version de la Biblia, la cual evitando la nimiedad servil, orígen por lo comun de obscuridad y confusion, conservase una justa libertad para espresar la idea del autor sagrado con la mayor exactitud, sin degenerar en parafrasis, donde ingiriese el traductor las suyas, en lugar de las del original.

Asi me propuse traducirla desde el año de 1807, en que no ya solo por gusto, sino principalmente por superior disposicion, consagré todos mis estudios á este género de trabajo, y con mas ardor desde 10 de julio del año de 1815, en que nuestro religioso Monarca se dignó manifestarme que seria de su Real agrado siguiese en el encargo que sobre el particular se me habia hecho reinando su augusto Padre, y procurase dar la posible perfeccion á la version de la Biblia. Con tan poderoso estímulo, pues, emprendí y he seguido con gusto esta árdua tarea, desconfiando, sí, de poderla llevar al cabo, pero valiéndome de cuantos medios me han sido posibles para satisfacer los deseos de ambos Soberanos.

A este fin he consultado las demas versiones castellanas; y aunque en esta me he determinado á hacer mayor uso del que han hecho otros traductores del riquisimo tesoro de voces y frases que tanto ensalzan sobre los demas á nuestro elegante y magestuoso idioma, sin embargo he procurado hacerlo con cierta parsimonia y moderacion, no fuese que ostentando esta abundancia, y olvidado de su pureza, de su precision y nervio, diese en el escollo de afectar un género de elegancia profana, que desdiciendo del espíritu de sencillez que hace tan recomendables las santas Escrituras, desfigurase el sentido de la espresion sagrada, ó á lo menos le degradase con los mismos atavios con que procurara engalanarle. En una palabra, no he buscado en esta version el ornato, sino únicamente evitar el desaliño, bien persuadido de que son dignos de reprension aquellos que al trasladar á otra lengua las palabras de la Escritura, se esfuerzan por ataviarlas con bellezas de estilo, que muchas veces desdicen del original, y visten con pomposos y profanos adornos la palabra de Dios, despojándola de lo que mas en ella enamora, esto es, de aquella augusta sencillez con que nos revela los mas sublimes misterios, é importantes verdades,

La version latina llamada Vulgata es el texto que he tradu cido, valiéndome de la edicion últimamente corregida por órden de Clemente VIII; en atencion á haberla preferido a otras muchas el concilio de Trento, declarando solemnemente, des pues de un maduro exámen, que era auténtica, ó verdadera traduccion de las Escrituras sagradas, en todo lo perteneciente a la creencia y costumbres; y mandando que se venere como regla infalible de la fe. Y es de notar que ha merecido tambien la preferencia de los mas sabios protestantes, como Luis de Dios, Walton, Millio y otros: entre los cuales Grocio asegura haberla tenido en grande estima, «no solamente porque no contiene ninguna doc>trina que no sea saludable, sino tambien por la mucha erudi>cion que en ella se encuentra (1).»

Mas como el santo concilio de Trento no intentó derogar en nada el respeto debido á los textos originales hebréo y griego, dictados por el mismo Dios, creí que debia consultarlos, y acla rar, por medio de un escrupuloso y detenido examen de sus voces, muchos pasages obscuros de dicha Vulgata, que la esca、 sez é índole de la lengua latina no permiten espresar exactamente, asi como lo advirtieron ya san Gerónimo, san Hilario, san Ambrosio, y otros santos Padres. «Trabajo es este obscuro (dice el » ilustrísimo Martini), y, por no decir otra cosa, poco agradable: pe»ro trabajo que es necesario para llegar a entender plenamente > el verdadero sentido de la Vulgata misma, y fijar su exacta tra>>duccion.» Por la misma razon he consultado muchas veces las mas apreciables versiones francesas é italianas; y en vista del justo y general aplauso con que se lee en toda Italia, y aun fuera de ella, la version del citado Arzobispo de Florencia señor Martini, de su mérito intrínseco, y sobre todo de los elogios que mere ció del Sumo Pontífice Pio VI, resolví tomarla por modelo, fin de poder escudar con ella mi débil ó ninguna autoridad, con tra los que por ignorancia, ó por malicia, me quisiesen acusar de no ceñirme en todo á la letra del original.

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He acudido tambien para mi empresa á las obras castellanas de nuestros sabios y piadosos escritores del siglo décimo-sesto, que con razon suele llamarse el siglo de oro de nuestra literatura, en las cuales se halla traducida la mayor parte de los Libros sagrados. Con la idea que concebí al principio de formar una version castellana de la Biblia, que fuese, casi toda ella, obra de aque llos varones eminentes en virtud y sabiduría, que veneramos como maestros, no solamente en las ciencias sagradas, sino aun en la perfeccion de nuestro idioma, fuí recogiendo cuantos versos de la Escritura nos dejaron traducidos los tres venerables Luises, Granada, Leon, y Puente, los dos Alonsos, Rodriguez

(1) Grot. in præ. annot. ad Vet. Testam.

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y Orozco, santa Teresa, san Juan de la Cruz, el venerable Avila, Rivadeneira, Marquez, Malon de Chaide, Cáceres, Soto, Estella y algunos otros. Esta coleccion de textos traducidos me ha servido muchísimo; porque sobre ser gran parte de ellos conformes con la letra de la Vulgata, aun los demas que tienen algo de parafrasis me han dado mucha luz para formar la traduccion literal, y me han autorizado para conservar algunas palabras y modismos antiguos de que ellos usaron, por parecerme que dan á la version de la sagrada Escritura cierto aire magestuoso, y aquella veneracion que suele tributarse á la antigüedad. Unicamente he dejado de usar algunos, que aunque propios y elegantes en el siglo decimo-sesto no suenan ya bien en los delicados oidos del nuestro. Con esto creo haber evitado el principal defecto en que incurrieron los autores de una version de la Escritura, hecha á fines del siglo pasado, en la cual trasladaron muchísimos textos, segun se hallan parafraseados en varios tratados de piedad.

Ademas de las obras de los Padres españoles del siglo XVI, The consultado las versiones castellanas antiguas y modernas de toda la Biblia, ó de parte de ella, de qué hablo en el Discurso preliminar, que precede a la del Antiguo Testamento: pero sobre todo he tenido siempre delante la apreciable del ilustrísimo Scio, en cuyas eruditas notas he encontrado mas de una vez la traduccion literal que yo buscaba, y confirmadas varias reglas de buena version, que no pocas veces siguió el mismo, y antes ha bia adoptado el señor Martini, las cuales son las siguientes.

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I. He trasladado a veces el nombre propio por el pronombre, ó al contrario; y tambien el adverbio derivado por su nombre: asimismo los substantivos y adjetivos por verbos; y una concordancia de substantivo y adjetivo por dos substantivos, ó al revés.

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II. He omitido la traduccion de las partículas et, autem, quidem y otras, donde se ve claramente que son redundantes ó inoportunas, segun el carácter de nuestra lengua, diferente en esto de las orientales. Tambien las he traducido de varios modos, por la mayor abundancia que de ellas tiene nuestro idioma: por ejemplo el wau hebréo, que la Vulgata traduce casi siempre et, es indudable que en castellano tiene muchas correspondencias; puesto que no solamente es partícula de conjuncion, sino de causalidad, de consecuencia, de afirmacion, de contraposicion ect., equivalente á las nuestras pues, con que, con esto, tambien, aun, pero, mas, ect.'

III. He usado varias veces del número singular por el plural, ó al contrario. Asimismo de un modo y tiempo por otro, tomando los participios ó verbos equivalentes, y espresando en activa los pasivos, ó al contrario: como tambien un verbo ó nombre por una frase.

IV. En muchos lugares no he podido traducir bien algunas

V

pocas palabras latinas sino por medio de muchas castellanas, ó al contrario; y su construccion ó sintaxis la he variado siempre que lo exige la naturaleza de nuestra lengua.

V. En este caso tambien he traducido las palabras tópicas ó figuradas por las propias, ó al contrario.

VI. Alguna vez he interpretado segun el texto hebréo ó griego una palabra, por hallarla obscura ó equívoca en el latin, falto del correspondiente vocablo.

VII. Para quitar la obscuridad que presenta frecuentemente la traduccion literal ó gramatical del texto hebréo ó griego, se tomó el autor de la Vulgata (como lo habian hecho ya los Setenta Intérpretes al traducir el texto hebréo) la justa libertad de añadir alguna voz, que se sobrentiende claramente en el original; pero que no podia omitirse en el idioma latino. Esta misma li bertad me he tomado al trasladar del latin al castellano, como hizo muchas veces el señor Scio, y muchísimas mas el señor Martini.

VIII. Algunas espresiones de la Escritura las he traducido, consultando las palabras ó el modo con que se refiere lo mismo en otro Libro sagrado. Asi la espresion, in semine tuo, (Act. III. 25. ) la he traducido, en uno de tu descendencia; porque de este modo lo esplicó san Pablo (Gal. III. 16.). Filia mea modò defuncta est, (Mat. IX. 18.) no he traducido el defuncta est, ha muerto; porque se ve en san Lucas (VIII. 41.) que realmente entonces no habia muerto aun, sino que estaba para morir. Por esta razon he añadido de letra cursiva alguna palabra, cuando se halla en otro lugar de la Escritura en que se refiere lo mismo.

Tal es la version castellana de la Biblia que me propuse formar, y tales los medios de que me he valido, y las principales reglas que he observado. Estoy muy distante de lisonjearme de que haya conseguido con perfeccion lo que deseaba. La empresa es muy árdua por todos respectos; y solamente conocera bien su dificultad el que haga la esperiencia de ponerse a traducir alguno de los capítulos que se presenten con obscuridad. La Vulgata latina ofrece mayor embarazo por ser «una traduccion del hebréo »y del griego, y contener (como observa el sabio Arzobispo Mar>tini) algunas obscuridades y anfibologías, nacidas del solo empe»ño que tuvo el traductor de seguir palabra por palabra el origi»nal.» Sin embargo confio que escitaré con mi ejemplo a otros de mas luces y talento, á emplearse en trabajo tan útil y aun necesario, evitando los defectos en que yo precisamente habré incurrido.

He dicho trabaje tan útil y aun necesario; porque nunca lo ha sido tanto como ahora, que vemos la singular actividad con que en Francia Inglaterra se reimprimen varias versiones castellanas de la Biblia, y que en Barcelona solamente se acaban

de imprimir diez mil ejemplares del Nuevo Testamento, por cuen. ta de una Sociedad Bíblica estrangera. Y es de advertir que no solo se reimprimen traducciones hechas por autores no católicos, como es la del Nuevo Testamento que tengo á la vista, sin lugar de impresion, y solo con la fecha del año de 1817; sino que to das salen sin nota ninguna, que aclare algo la inteligencia de varios lugares que no puede entender el que ignora los diferentes usos y costumbres, y frases ó modismos de las antiquísimas naciones, cuyos sucesos se refieren en los idiomas orientales, tan diferentes de los européos. Tales notas son sumamente necesarias, y servirán de mucho consuelo al piadoso lector en aquellos lugares de la Escritura que Dios por sus altos designios, y para ejercitar nuestra humildad y conservar la dignidad debida á su palabra, como dicen los santos Padres (1), ha dispuesto queden cubiertos con el velo de la obscuridad; velo que solamente podrá descorrer algun tanto el hombre con los auxilios de la Divina sabiduría, valiéndose de su propio estudio, y del trabajo y meditacion de los que le han precedido.

Ademas vivimos en un tiempo en que la fe está sumamente amortiguada, y son casi del todo desconocidos aquel respeto y humildad con que los antiguos cristianos se dedicaban á la lectura de las santas Escrituras. Cuando pues se va propagando, á ma nera de contagio, la loca presuncion hija de la soberbia, que causa esa tendencia general hacia la impiedad, de que se observan horrorosos síntomas en las naciones mas cultas, ¿quién dejará de temer que el sencillo é ignorante lector de la Biblia puesta en lengua vulgar, se vea sorprendido y seducido por las malignas, pero solapadas y artificiosas sátiras y groseras imposturas, con que la irreligion pretende ridiculizar muchas de las verdades y sucesos que se refieren en la sagrada Escritura? ¿Y cuán fácil no será que en fuerza de repetidos sarcasmos llegue a mirar los Libros sagrados como los escritos de Homero, los de Osian, y de otros antiguos autores profanos? Asi los mirará el lector de las santas Escrituras, aunque sea ilustrado, si su instruccion no va acompañada de la humildad con que deben leerse; y si no tiene presente que las dictó Dios, no para enseñar á los hombres la ciencia que hincha ó engrie, sino la de la salvacion, esto es, lo perteneciente á la fe y á las buenas costumbres.

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Para precaver pues tan grave daño he trabajado esta version poner mas que las notas precisas é indispensables, y ninguna de mera erudicion. He podido escusar muchísimas, intercalando algunas veces en el texto castellano, con letra cursiva, una ó dos palabras que aclaran el sentido; y que en rigor deberian ha

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(1) S. Aug. lib. II. De doct. christ. c. 6.—In Ps. CIII. Contra mend. c. 10. S. Joan. Chris. Hom. XLIV in cap. 23. S. Math. etc.

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